"La idea de que la ciencia sólo concierne a los científicos es tan anticientífica como es antipoético pretender que la poesía sólo concierne a los poetas"

Gabriel García Márquez


lunes, 19 de septiembre de 2011

El verano de mi vida.

Jorge. 

Jorge. 

Jorge.

Jorge se ha convertido en un amigo especial. Muy especial.

Este verano, el verano de mi vida, nos hemos visto mucho, tanto en el café como fuera. Es extraño lo que nos ha ido ocurriendo, porque la timidez del principio ha ido dando paso, poco a poco, a una gran amistad. Sí, creo que ahora, a la luz de los últimos acontecimientos puedo confirmar que Jorge se ha convertido en mi mejor amigo, si no algo más.

El verano prometía, y cumplió sus expectativas. A finales del mes de julio de este verano, el verano de mi vida, mi mejor amigo Jorge me propuso una locura. Me preguntó que si quería ir a París. 
Al principio lo vi como una pregunta genérica, y le respondí que sí, que claro que quería ir a París. 

Ante la expresión de su cara entendí que la pregunta era en realidad que si quería ir a París con él.
Evidentemente, me lo tenía que pensar, no me voy a ir de viaje con cualquiera, eso está claro. Pero luego pensé en aquello que dicen del último verano, y por una vez dejé de pensar... y dije que sí.

Nos fuimos a París, en plan bohemio, pero con ese matiz que me gusta a mí, sin llegar a elegante pero sin caer en lo indecente. En una palabra, perfecto. 
Los días en París fueron simplemente mágicos. Jorge y yo nos fuimos conociendo un poco más y pasó lo que tenía que pasar. Vivíamos como en una realidad paralela y no pensábamos en lo que pasaría al volver (¿para qué?). 

Como en el musical de Mamma Mia, todo parecía un sueño:
"Aquel paseo por el Sena para ver la torre Eiffel, libres bajo el cielo... Qué bello fue vivir así aquellos días junto a ti. 
I was so happy we had met, it was the age of no regret. Our last summer, walking hand in hand..."

Nuestros días en París, nuestros días de carísimos capuccinos en el Café Floré, de paseos en barco por el Sena, de carreras competitivas por ser el primero en subir a la torre Eiffel, y de paseos tranquilos por el Boulevard Saint-Germain y el Quartier Latin, esos días llegaron a su fin.

Y volvimos a casa, a la realidad, a no pasar 24 horas juntos. A ver otra vez a los amigos, a volver al café.
Me sorprende decir que no tengo miedo, no tengo miedo de lo que venga, porque Jorge y yo estamos genial, y porque, como decía ABBA, "it was the age of no regret".

Ese ha sido mi verano, el verano de mi vida, y desde luego que va a estar en mi memoria durante muchos años. Porque ha sido especial, ha sido sencillo y a la vez complejo. Ha sido mío.

Ha sido el verano de mi vida.